viernes, 4 de noviembre de 2011

Miss bala



La perspectiva que elige Guillermo Naranjo, director de la película, para contar la historia es una declaración de principios. La secuencia inicial se desarrolla en la casa de Laura, una mañana cualquiera, se alista para salir y su hermano ayuda al padre a doblar la ropa de segunda mano y a subirla a la camioneta para venderla en el mercado, el negocio familiar del que viven. A partir de ese momento seguiremos la acción a través de la mirada de esta chica recién salida de la adolescencia. Veremos lo que sucede desde sus ojos, y la seguiremos paso a paso en su tortura. El espectador no lo sabe durante esos primeros minutos pero intuye que cuando Laura se va para encontrarse con una amiga y juntas inscribrirse en un concurso de belleza deja atrás para siempre ese mundo de aparente normalidad. Son esos instantes de la secuencia inicial los únicos que tiene el espectador para adivinar un poco quién es Laura en un día normal antes de verla el resto de la película tratando de sobrevivir a la pesadilla que sin deberla ni temerla comienza la noche de ese mismo día cuando queda atrapada en el baño de un antro donde ha ido a buscar a su amiga. Un grupo de armado irrumpe en el lugar y abre fuego contra los clientes, porque entre ellos están o bien los miembros de la banda rival o bien algún grupo de policías. Esto no queda del todo claro, porque al tiempo que comienzan los disparos, la oscuridad lo domina todo y los límites entre la ley y los criminales se difuminan para siempre.

Este es la primera de las afirmaciones del filme: en contra de lo que uno podría suponer, el peligro al que está expuesto Laura cuando se encuentra con Lino, el narcotraficante, no termina cuando llega la policía, no disminuye cuando ella acude a un hombre en una patrulla para que la ayude. En lugar de sentirse a salvo, Laura entenderá pronto que buscando poner remedio a su incertidumbre ha empeorado su situación, que ha dado con el lobo en piel de cordero.

Se dará cuenta que en esa ciudad, en ese país sólo hay lobos.

Al ser imposible distinguir entre quienes están con la ley y quiénes con el crimen, Laura (y el espectador con ella) se sume en la certeza de que no hay salida, de que está en manos de lo que disponga Lino, el nefasto representante del mal, la bestia que se aprovechará de la bella desde el primer momento. Hay dos actitudes que muestran el desamparo casi metafísico en el que se sumerge Laura. El primero es la prontitud y la frecuencia con que pide perdón. Se siente culpable de haber caído en esa espesa red de crimen. Aunque bien a bien no se sabe de dónde viene esa culpabilidad; a final de cuentas ella sólo quería entrar a un concurso de belleza. Así y todo, Laura está desmoralizada desde el primer momento y no le queda más remedio que colaborar con el mal porque entiende que será la única forma en que saldrá con vida de esa transacción que le propone el destino. El segundo momento es cuando se niega a que su padre la sustituya en ese secuestro al que es sometida por Lino. Laura sabe o intuye que ella es la única que puede cumplir la exigencia de colaboración. Intuye que la moneda de cambio en esa injusta transacción es su belleza, su cuerpo, el único recurso material con el que realmente cuenta para resistir al poder del mal. Y es su belleza a final de cuentas la que le permite sobrevivir.

El momento decisivo de la película llega cuando Laura tiene la oportunidad de huir. Lino la lleva a un lugar despoblado; parecen las afueras de la ciudad donde comienza el desierto. Le dice que se puede ir que si camina seis o siete horas encontrará algo. Ella intenta irse, pero no puede. Por miedo, o por cualquier otra razón ella no se va. De hecho toda la película plantea la misma situación. Ella está atrapada quizá por el miedo, quizá porque de verdad no tiene idea o porque calcula que no tiene fuerzas para caminar por el desierto de noche y adivina que no tiene escapatoria. La pregunta que plantea la trama es esta: ¿a dónde puede huir Laura? ¿Qué puede hacer para resistirse o rebelarse contra el poder del mal con que la mala fortuna la ha cruzado en su camino? Y este es el pozo en el que nos sumerge la trama: nos hace ver que Laura tiene pocas o nulas opciones. La película descansa sobre este ominoso dilema: como desposeída radical, sin otro recurso posible que ese cuerpo en realidad no tiene opción, no puede responder de otra manera al comercio en que la envuelve Lino.

Con la rapidez de las películas de acción de Hollywood, la película consigue recrear fielmente el clima de asfixia que padecen grandes zonas de México, entre la espada de los grupos paramilitares del narcotráfico y la pared de la corrupción de policías y ejército. La película apunta a esa vacío moral creado por la ausencia radical de opciones para una gran mayoría, cuya indefensión mayor consiste en poseer sólo su cuerpo como única barrera para resistir las oleadas del mal. Por eso cualquiera que haya tenido la sensación de que no hay manera de distinguir entre el lobo y el cordero, cualquiera en suma que haya tenido la experiencia infernal de no tener opción entenderá y se identificará con Laura.

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