martes, 27 de septiembre de 2011

Una economía con rostro humano

Siempre había dudado que de verdad existiera gente detrás de la expresión "los mercados" cuando los diarios se refieren a lo relacionado con altas y bajas en la economía bursátil. Luego de décadas de vigencia, la ideología del hiperliberalismo económico había conseguido convencerme de que "los mercados" se rigen solos y de que lo hacen movidos por su propia racionalidad, que no había nada de "personal" en las recurrentes crisis del sistema. Pero hoy me dado cuenta de que estoy equivocado. Hoy he sabido que tal gente existe, que camina y respira como cualquiera, que come y viste (de manera más elegante, eso sí, si elegantes pueden ser las corbatas rosas de seda), y que incluso por las noches sueña. Quizá esto es lo que me causó más asombro porque, ¿con qué sueñan "los mercados"?
El individuo del video de abajo responde al nombre de Alessio Rastani, se presenta como "trader", es decir, corredor de bolsa -como el personaje de Charlie Sheen en aquella estupenda película de Oliver Stone (de hace ya más de dos décadas) que los dibuja.



Supongo que Alessio vive en Londres y que es feliz con su trabajo. En el video se le nota muy relajado, muy seguro de sí mismo. Lo están entrevistando en la sección de un noticiero de la BBC en la que están informando sobre las reuniones de los líderes de la Unión Europea para afrontar con recortes al presupuesto y aumento de impuestos la gravísima crisis que amenaza desde hace meses con llevar a la quiebra a países como Grecia, España o Italia. Supongo que será un gran honor, un logro para él, que lo hayan llamado en su calidad de experto para dar su punto de vista de tales reuniones, y por eso se le ve tan risueño. Pero las cosas que está diciendo no son para reír. Por sus palabras confirmamos lo que todos sospechábamos: que a "los mercados" les importa un pito lo que los líderes políticos decidan, sus medidas y recortes contra la crisis. Alessio confirma, con un gesto sereno (nada que ver con la cara de ningún terrorista o militar alzado luego de un golpe de estado) que no son los políticos los que gobiernan, que quien realmente gobierna al mundo es la firma Goldman Sachs. Deberíamos saber valorar mejor la claridad con que Alessio se expresa: podríamos decirle a Merkel, Sarkozy, Zapatero y los demás que dejen de estresarse tanto con sus reuniones y cumbres, que al cabo lo que hagan no tendrá la menor relevancia para Goldman Sachs (que adquiere en las palabras de Alessio la altura y calidad de una divinidad). Ese es el primer momento en que se insinúa una mueca parecida a la sonrisa en el rostro de Alessio. Gozará, supongo, saberse más poderoso que todos esos políticos presuntuosos que copan los noticieros y las portadas de los diarios.
Alessio sonríe y resulta hasta simpático. Solemos relacionar al mal, a la maldad con rostros horribles, desagradables o incluso deformes. Pero he aquí una muestra de que lo siniestro suele tener hoy en día la forma más vulgar, de hombre común y corriente, del individuo que ama su trabajo y lo que hace. Alessio, excitado por la atención captada, por el impacto de sus palabras en los periodistas que lo entrevistan, y quizá ya un poco fuera de sí, comienza a hablar en primera persona y suelta casi sin venir a cuento que él ha soñado con este colapso de la economía en los últimos tres años. Se atreve incluso a comparar este momento con la depresión de 1929 porque evidentemente se siente dichoso de estar viviendo (como suele decirse) un momento histórico. Así, aprendemos que los corredores de bolsa sueñan con el derrumbe de la economía mundial y la desgracia de multitudes. También nos enteramos que no son del todo ajenos a la poesía y son capaces de elaborar metáforas complicadas: la actual situación, dice Alessio, es como un gran cáncer, y cruzarse de brazos a la espera de que o bien se arregle solo o lo arreglen los políticos es el mayor error.
Gracias a Alessio Rastani aprendemos que detrás de los "mercados" hay gente capaz de soñar y sobre todo de hacer realidad sus sueños. Es lo que se llama, en toda la regla, una economía con rostro humano.

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