lunes, 16 de enero de 2012

Homeland ¿Quién es el enemigo?


I

Justo en el año en que Estados Unidos decidió retirar sus tropas de ocupación de Irak comienzan a emerger las ficciones que fijan su mirada en ese abominable episodio para la humanidad como cosa del pasado. Homeland es una serie que cuenta la historia de un veterano, el sargento Nicholas Brody (interpretado por Damian Lewis) que regresa a casa después de ocho años de cautiverio. Se podría decir que la producción audiovisual (exhibida en la cadena Showtime en doce episodios desde el 2 de octubre pasado) desea ahora procesar la experiencia y enfrentar a la gran audiencia al trauma que consiste en reintegrar a los que vuelven de la expedición. Parece lógico querer explicar ahora qué ha pasado en esos ocho años y la perspectiva elegida no puede ser más elocuente de las intenciones del proyecto: se trata de la visión que se tiene del enemigo desde los órganos oficiales encargados de la seguridad nacional. Por eso se explica no sólo el título de la serie, sino que la protagonista principal sea una celosa y metódica agente de la CIA, Carrie Mathison (interpretada por Claire Danes).

Es claro que existe la necesidad de crear un relato acerca de esos años que justifique el horror de la invasión (mientras aún hay tropas en Afganistán) y que dé coherencia a este final en sordina de la "guerra contra el terror" comenzada por Bush II. Por estos días, la serie ha sido reconocida como la mejor del año y la actriz principal ha recibido un Globo de Oro por su trabajo. Estos premios coinciden con la aparición en la prensa norteamericana de imágenes de soldados desplegados en Afganistán en las que se los ve orinando sobre cadáveres de sus oponentes, supuestamente Talibanes. La reacción condenatoria de la mayoría de la opinión pública ha llevado al reconocimiento de implicaciones más profundas. Sebastian Junger, por ejemplo, afirma contundente en el Washington Post: "Todos somos culpables de deshumanizar al enemigo".

Uno de los puntos fuertes de Homeland es precisamente la idea que tiene del enemigo. En el proceso de revisión de lo acontecido concentra su atención en la construcción de la "amenaza" que el otro constituye. Homeland se produce luego de la ola que encumbro a Samuel Huntington como el gran ideólogo de las invasiones a Afganistán e Irak y su exitosa exitosa del paradigma de la "guerra entre civilizaciones". ¿Quién es el otro? ¿Quién es el enemigo? Como se ve, la combinación de todos estos factores han hecho de Homeland la ficción audiovisual más densa e interesante de los últimos años. El eslogan con el que Showtime anunció la serie resulta en este sentido bastante elocuente: "La nación lo ve (a Brody) como un héroe. Ella (Mathison) lo ve como una amenaza". La pregunta es si con todos estos ingredientes la serie logra dar una imagen convincente del pasado reciente. Me parece que al menos problematiza esa imagen y enuncia la realidad conflictiva en la que vive la política estadounidense de la era del terror post-Bush II, aunque no siempre con la complejidad requerida.

Para quién no ha visto la serie es mejor detener la lectura aquí. Se trata antes que nada de un "thriller" que mantiene la tensión entre las apariencias. Lo que sigue son algunas reflexiones sobre la construcción del "enemigo" que la serie maneja, y necesariamente debo referirme a detalles de la trama.


II

Los personajes adquieren profundidad desde el mismo comienzo, lo que conjura el peligro inmediato de estar frente a clichés. Todo transcurre para el espectador
a través de los ojos de la agente de la CIA, y de su mirada paranoica: esto genera que un efecto que separa la versión oficial de la que circula en los medios de comunicación masiva. Ese efecto se observa de inmediato: cuando la televisión anuncia que tropas norteamericanas han rescatado a Brody, secuestrado durante ocho años en una mazmorra, Mathison sospecha que haber sobrevivido tanto tiempo no es normal, y que el marine pudo haber colaborado con el enemigo y convertirse en uno de ellos. Así que ordena espiarlo y ella misma debe enfrentarse a sus superiores para justificar las suspicacias que el teniente recién liberado le genera.

Ella se encarga del espionaje. A partir de ahí se genera una simbiosis entre ambas vidas: la del veterano de guerra aquejado por los traumas del largo cautiverio y la de la espía que vive prácticamente para su trabajo. Las escenas en las que Mathison espía a Brody y a su esposa en pleno acto sexual sirven para caracterizar por contraste la soledad en la que vive la neurótica agente. En algo recuerdan estas escenas al espía de la Stasi de La vida de los otros: en ambos casos el policía vive de manera vicaria la vida de su vigilado. Al correr de los acontecimientos, el espectador sabrá que Mathison ha desarrollado una especie de obsesión con Brody, e incluso que se ha enamorado de él. La relación entre ambos es quizá la parte mejor lograda del drama, por la manera en que estos solitarios encuentran consuelo de su desamparo en las horas que pasan juntos, lejos de sus papeles de vigilante y vigilado.

La agente utiliza información de su labor de espionaje para comenzar su affaire con el ex-soldado; al tiempo que obtiene información gracias a su intensa cercanía. Pero esta relación enfermiza es el síntoma de la transformación más profunda de la idea de enemigo: Mathison, a pesar de acostarse con Brody, lo sigue considerando un colaborador de los terroristas, como representante del mal absoluto, como un traidor. ¿Puede el enemigo ser uno de los nuestros? Esta es la parte más neurótica de la trama: como las dictaduras del Cono Sur en los setenta, para la CIA el enemigo es cualquiera. Para un estado policial, no hay límites para lo que considera una amenaza. Todos son una amenaza. Pero la trama no llega a ese modo del extremismo. Más bien se dirige a mostrar a Brody como un converso al islam, seducido por las ideas justicieras del enemigo. Un enemigo que se ha infiltrado en el tejido de la estable y clasemediera sociedad norteamericana.

Homeland tiene el mérito de poner en escena los métodos utilizados por la CIA y cuidadosamente dar a entender que sus prácticas bordean la tortura. La serie alude solo una vez a Guantánamo, cuando se muestra a un prisionero encapuchado al que la CIA saca información luego de un interrogatorio de manual. Es solo una alusión que deja en una zona oscura el estado de excepción practicado por los Estados Unidos por sus organismos de defensa.

La serie pone en escena y dota de un relato al estado policial de los Estados Unidos del siglo XXI: un estado en permanente paranoia que desconfía de todos. Sintomáticamente Carrie Mathison padece un trastorno bipolar y es un claro ejemplo del carácter obsesivo-compulsivo. Para tratarse, necesita tomar drogas constantemente. Estos rasgos justifican o explican su aguda pericia como espía y analista de inteligencia. Pero también son la perfecta expresión del trastorno producido por la "guerra contra el terror": esta paranoia social frente a una omnipresente amenaza de la invasión y la destrucción sociedad norteamericana. Como buena paranoica, la agente Mathison es un manojo de profecías que terminarán por cumplirse.

Es muy significativo que tras casi una década de ocupación, Homeland quiera expresar la persistencia del peligro terrorista. Pero esta vez no se trata de fundamentalistas lejanos o exóticos dictadores, sino de occidentales conversos. Los que vuelven a casa tras pasar mucho tiempo en el frente son la nueva causa de desestabilización. Brody sería, en ese sentido, el enemigo "perfecto", alguien que no puede ser identificado como el otro, que se confunde con "nosotros".

Es como si se hubiera dado un giro entero, como si se quisiera confesar que luego de todo este tiempo el enemigo nunca fue otro que las propias proyecciones sobre el otro, que el enemigo siempre estuvo en casa. Estados Unidos ha pasado tanto tiempo combatiendo al enemigo que su propia identidad está en plena disolución: las fronteras entre la amenaza real y la alucinación es muy tenue. La locura, vaya.

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