viernes, 3 de febrero de 2012

El gol con la mano del Tito Villa y la fantasía de la justicia absoluta


Empecemos por lo obvio: el gol de Villa con el Cruz Azul no debió subir al marcador. Fue con la mano. Fue evidente. Por alguna razón, el árbitro que corría hacia la jugada a unos diez metros no la vio. O la vio y pensó que a pesar de la mano el gol era legal, que la mano no fue intencional, etc. Pero la mano fue intencional y el gol no debió haber contado. Mala decisión del árbitro. Mala apreciación. Parpadeo inoportuno del réferi que le quita dos puntos al Atlante. Mala pata.

Todo podría haber acabado ahí, de no ser por una intensa campañan de medios y televisión para castigar...¡al delantero! Lo más alucinante han sido las acusaciones de deshonestidad contra Villa: de lo que podría juzgarse como una picardía del delantero, se convirtió de inmediato y sin solución de continuidad en la acción del "tramposo delantero azul". Y en nombre del juego limpio y de la justicia hemos visto, oído y leído a varios rasgarse las vestiduras. Como si el Atlante-Cruz Azul hubiera sido el juego de la vida.

Lo peor del asunto es que el tribunal llamado "comisión disciplinaria" decidió castigar a Villa. Lo multó y lo suspendió un partido. Algo inaudito e increible. Hace una semana hablábamos del pisotón de Balotelli a Parker. Ahí el árbitro debió haber expulsado al italiano y con ello no hubiera estado en la cancha para anotar el 3-2 con el que el City derrotó al Tottenham. La diferencia entre ambas acciones radica en se trató en este último caso de un error en la sanción disciplinaria. Lo de Villa fue un error de apreciación: al juez se le fue una mano clarísima. Balotelli aceptó su castigo de cuatro partidos de suspensión y no apeló. A Villa además de la multa y de la suspensión le han llovido calificativos contra su calidad moral.

Interpreto esta avalancha de moralidad como un síntoma de la excepción mexicana: único país donde el ojo omnipresente de la televisión y las repeticiones sirve para juzgar la intención de los jugadores. Lo llamativo es que, para el público, "Tito" Villa pasó a ser de inmediato el malo de la película, el malhechor enemigo del orden y la deportividad. Y por eso se explica el castigo que le cayó: por que se le adjudicó desde el comienzo la etiqueta de tramposo. En esa versión de los hechos, al público y a los comentaristas les cabe por autoasignación el papel del jurado. Creo que se trata de una manifestación clara de una especie de fantasía de la justicia absoluta que refleja la necesidad pública por restituir y reparar lo que las fallas de un juez incapaz han estropeado. Es querer arreglar a posteriori y con un tribunal que supervise a los jueces lo que pasa en el campo de juego. El ojo de la televisión y la moralidad pública vigilará de ahora en adelante a los jugadores tramposos que quieran hacerse los vivos. Esta idea de la justicia absoluta tiene poco que ver, según entiendo, con el juego, con el futbol como actividad lúdica donde a veces meter la mano sin que te vea el árbitro es parte de los recursos disponibles para el jugador.

Los indignados moralizantes estarán más tranquilos. A los que nos gusta el futbol se nos retuerce el gesto sólod de pensar que el ojo omnipotente de la televisión quiere controlar desde sus alturas el juego.

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