martes, 4 de octubre de 2011

La rebeldía de Carlitos


(Foto: Clive Mason guardian.co.uk)

Le han llovido críticas a Carlos Tévez por haber desobedecido a su técnico -Roberto Mancini- y haberse negado a entrar al campo de cambio, cuando su equipo, el Manchester City perdía 2-0 contra el Bayern Múnich el miércoles 28 de septiembre en la Champions League. Razones no les faltan ni a aficionados, ni a comentaristas, ni al propio técnico para acribillar a Tévez. El más enojado es lógicamente Mancini. Los demás lo acusan de deslealtad, de dejar en la picota a sus compañeros, de mal deportista, de creerse diva y de haber perdido la cabeza por la cantidad de dinero que gana, y del peor delito que se puede cometer en un sociedad jerárquica: desobediencia a un superior. Entiendo las reacciones viscerales de los hinchas que vuelcan muestras de un odio que sólo se explica porque es el reverso de la devoción que le han profesado a Carlitos, un ídolo del equipo, desde que llegó, procedente del odiado Manchester United. Hasta el más fiel de los aficionados puede sentirse defraudado si el equipo va perdiendo de visitante y la estrella se niega a entrar de cambio. Inaceptable.

Pero a pesar de esto, me gustaría ponerme de lado de Carlitos y aunque sea ya inútil, puesto que su club lo ha suspendido y multado, me gustaría defender su gesto y defender su causa. Tévez pidió salir del Manchester City en diciembre pasado, pese a tener cinco años más de contrato. Al negarse a entrar de substituto, expresó una vez más su urgencia por salir del Manchester City. Se podrá discutir si fue lo mejor, si fue la manera más adecuada de expresar el malestar negándose a jugar cuando el equipo lo necesitaba. Se podrá alegar si fue el momento más oportuno. Pero las razones de Tévez están plenamente justificadas. Quiere tener un privilegio más, algo que no se compra con los millones que gana en Inglaterra. Quiere elegir dónde vivir y con qué equipo jugar. Ha alegado problemas personales: la familia, sus hijos están en Buenos Aires y los ve poco; no le gusta Manchester, no ha aprendido inglés y ya se hartó de intentar adaptarse. Se quiere ir por esas razones y no porque no gane buen dinero, ni en el club lo hayan tratado mal, ni su técnico no cuente con él (aunque se ve que tampoco se llevaban de maravilla aún antes del miércoles). Y esto es quizá lo que resulta más incomprensible ente periodistas y público ajeno al caso.

Se asume naturalmente que como futbolista y millonario Tévez tiene que aceptar y aguantar todos esos inconvenientes, al fin y al cabo es de los privilegiados. Pues no. El fútbol será la industria que dicen que es y el circo que siempre ha sido, pero los jugadores no son los chimpancés ni los elefantes. Y de ahí la fuerza de la reivindicación de la especie de huelga unipersonal declarada por Tévez. Por eso, imagino que la virulencia con la que algunos han atacado a Carlitos es porque advierten en su rebeldía una actitud de hereje en un mundo guiado por la doctrina empresarial. ¿Quién se atreve a desafiar las órdenes del jefe que le paga? (The Guardian hizo una encuesta entre sus lectores con la sugerente pregunta "¿Se ha rebelado usted alguna vez contra su jefe como Carlos Tévez?) Más aún: Carlitos ha osado cuestionar su destino de estrella (alguien ha comparado su caso con el de un monarca que piensa en abdicar); destino que lo condena al éxito, a ser millonario y goleador del Manchester City. Y eso es algo que muchos no le van a perdonar.

2 comentarios:

  1. Los inconvenientes de Tévez ya los quisiera yo. Magnífico futbolista, por cierto. Saludos

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  2. Saludos José Luis. En definitiva es verdad que los futbolistas tienen conflictos que todos envidiamos. Lo que no me parece bien es que todo mundo se le lance a la yugular con el argumento de que desobedeció al jefe y por eso hay que acribillarlo. Me parece un argumento demasiado obsecuente con la cultura empresarial. En fin. Y sí, es un jugadorazo.
    ¡Saludos!

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